Pueblos originarios, jesuitas, estancias, historia y naturaleza, una combinación que vale la pena conocer para interiorizarse un poco del nacimiento de Sierra de los Padres, a sólo 30 kilómetros del centro de Mar del Plata.
Varios lugares que valen la pena conocer:
Laguna Sierra de los padres:
Cuenta con una superficie de más de 600 hectáreas, y se puede pasear en bote, pescar, hacer diferentes deportes acuáticos y disfrutar al aire libre. Dentro del predio que funciona como reserva natural podes encontrar lo siguiente:
Reducción Nuestra señora del Pilar
Fue fundada en 1746, en la orillas de la que se llamaba Laguna de las Cabrillas, con el fin de generar un asentamiento para que los jesuitas puedan evangelizar a los pueblos originarios.
La reducción duró sólo 5 años, ya que desapareció en 1751 por diferentes enfrentamientos con los pueblos originarios. La construcción que hoy puede visitarse es una réplica de la original realizada en 1968 y remodelada en 1993.
El rancho principal, el más grande, era el destinado a dormitorio de los padres. Los dos más pequeños, a depósitos.
Museo José Hernández
Este casco de estancia fue construido en 1826 y perteneció a la desaparecida Estancia Laguna de los Padres. El museo lleva el nombre de José Hernández, quien fuera huésped por más de 10 años, etapa en la que Hernández conoció íntimamente costumbres y problemas gauchescos que lo inspiraron a escribir el “Martín Fierro”.
En el centro de Sierra de los Padres podes encontrar la Gruta de los Pañuelos
El nacimiento de esta leyenda de la gruta de los pañuelos se da alrededor del año 1949 cuando un matrimonio de inmigrantes italianos colocó sobre el pedestal natural dentro de la gruta, una imagen de la virgen para rezarle y pedirle un hijo, que hasta el momento no habían podido tener.
Lo que hicieron fue atar pañuelos entre sí, de esa manera lo transformaron en una ofrenda. A los pocos meses ocurrió el milagro que esperaban, tener un hijo. Fue así como la leyenda continuó, se pasó de boca en boca y la gruta recibió gran cantidad de visitantes, que siguieron anudando sus pañuelos en una larguísima cadena, que tiene ya varios kilómetros.
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